La memoria y
la piedra
La luz del
sol sobre los muros,
la resaca,
las voces que te cercan,
los árboles
que al fondo se dibujan,
los
recuerdos que secan más tu boca,
el
implacable escenario de tu herencia.
Sin embargo
has venido, has vuelto
a recobrar
tu patrimonio abandonado,
el espectro
que tú llamaste vida,
lo que fue,
lo que los an͂os han dejado.
Palabras
tropezadas de pasión,
violenta
lengua, piel derramada entre las manos,
lo que fue,
carne entregada, saliva, sangre,
temblor,
caliente olor, dos cuerpos enlazados
rodando para
siempre hacia la nada.
Aquí, en
esta pequen᷉a calle, en ese apartamento
-cuyas
paredes todavía se levantan detrás de la memoria-
sentiste el
terco aliento del deseo y del odio,
la ternura y
la furia recorriendo tu piel y sus rincones,
inventando
su camino de fuego entre los muslos,
y aquel pelo
y los húmedos, ocultos labios,
y los
dientes mordiendo y la mirada ciega.
Hoy has
regresado-siempre regresas a esta ciudad
donde la
piedra venció al tiempo hace siglos-
y esta
man͂ana de agobiante verano,
mirando la
nieve lejana en los volcanes,
has buscado,
junto a un portal perdido,
tu devastado
origen, el territorio de tus suen᷉os.
Mientras
enciendes-temblándote la mano-un cigarrillo
sabes que
aquí tuviste todo y no tuviste nada,
sino este
sol sobre los muros y los árboles.
Igual que
ahora, cuando otra vez la luz te ciega
y el humo
del cigarrillo rememora borrosas figuras,
vagos gestos
con los que te consuelas,
cuando
palabras, cuerpos, son ya sólo sombras
-sombras a
plena luz, humo en los ojos-,
fantasmas
que la resaca solivianta.
Juan Luis Panero